Cuando lo no productivo, realmente lo es
En cierta medida, podríamos decir que vivimos en la cultura de lo productivo. Nos pasamos los días “ocupadísimos” con agendas llenas de reuniones, encuentros y obligaciones que nos dejan muy poco tiempo libre para nosotros.
Al final de nuestros días, generalmente llegamos a nuestras casas agotados mentalmente. Más allá de trabajar, como mucho, hemos entrenado, ido a un evento (cuando se podía) o hemos rascado unas cañas con los compañeros del trabajo. Una actividad al día máximo. Después a casa, charlar con tus compañeros de piso o pareja, a cenar y a dormir. Al día siguiente, vuelta a empezar.
Estamos obsesionados con optimizar y sacarle provecho a nuestros días. Inocentemente creemos que esta es la mejor forma de crecer y desarrollarnos. Tenemos que llenar cada pequeño hueco con una actividad para sentir que estamos “haciendo algo” y no estamos “desaprovechando el tiempo”. Si no lo hacemos incluso nos sentimos mal. ¿No estaremos equivocados? Para poder crecer, innovar y ser creativos, necesitamos tiempo. Tiempo para divagar, descubrir nuevas cosas que nos gustan: compartir tiempo con nuestros seres queridos, aprender, leer, pasear… o simplemente no hacer nada, descansar y estar tranquilos. Debemos de calcular las fugas y entradas que tenemos, compensándolos.
Personalmente lo noto muchísimo. Los días en los que siento que tengo tiempo, son los días en los que tras estar un rato tranquilo, noto dentro una energía y motivación para cosas salir y hacer deporte, leer en la terraza o escribir este tipo de posts (que como veréis es algo que me cuesta). Cuando tengo tiempo llamo a mis abuelas, a mi familia, quedo con mis amigos… El resto de los días me cuesta más. Pese a ello, conviene intentar que la distancia física no se convierta también en una distancia emocional.
Deberíamos cuidarnos más en el sentido más amplio de la palabra. Mental, físico y socialmente. Si queremos estar bien, tenemos que dedicarle tiempo al cuidado, al descanso, a hacer deporte, meditar, hacer actividades creativas o simplemente descansar. Para ello, es de ayuda conocer los biorritmos y saber en qué momentos de nuestro día somos más productivos, activos, estamos más cansados… aprendiendo así a adaptar nuestra actividad al estado de cada momento. Esto es algo que se puede entrenar.
También experimentar. Necesitamos vivir nuevas experiencias, equivocarnos, conocer a gente nueva… Salir de nuestras burbujas y rutinas. Si hacemos cosas distintas en el día a día, la sensación de amplitud de tiempo se incrementa y sentimos que los días merecen la pena. Un pequeño cambio en nuestros hábitos puede tener grandes consecuencias en nuestra vitalidad.
Todo esto nos permitirá sentirnos mejor en nuestra vida y pese a que no sea del todo intuitivo, podremos trabajar más duro y ser más productivos. Además, seguramente nos haga más felices y alegres. El resto también lo notará.
